lunes, julio 31, 2006

no podemos quedarnos callados, o al menos, no debemos

Todo lo que hagamos por luchar contra las injusticias es poco. El objetivo no es sumir en la pobreza a un pueblo como el israelí, pero si podemos, como ciudadanos, protestar, y además de manifestarnos debemos realizar actos que repercutan en su economía. Porque el llanto de un niño cualquiera es el llanto de mi hijo.
http://www.nodo50.org/csca/palestina/campanya_boicot-2002.html
Este link contiene información sobre la campaña de boicot a los productos israelies comercializados en España (código de barras 729) y a las empresas españolas que mantienen inversiones con empresas israelies

martes, julio 04, 2006

Delirio

A veces uno analiza, evalúa, y busca respuestas para intentar encontrar sentido a lo que le rodea. Todo se racionaliza y se estructura. Es incluso sano, da cierta perspectiva, disminuye la sensación de vértigo ante el mundo. Pero conviene no dejarse invadir completamente por la tentación analítica, de tanto buscar el mecanismo que rige la existencia uno se confunde, se mimetiza con el entorno y olvida el componente humano, lo afectivo, lo personal, lo propio. Porque resulta que yo intervengo en ese proceso, no sé si lo dirijo, pero lo puedo desviar de su triste e implacable trayectoria. La obsesión no es, no debería ser comprenderlo todo, porque comprenderlo todo significa renunciar a lo que somos. La sabiduría absoluta es un páramo, un espejismo tonto e inútil que al desvanecerse muestra su verdadero fruto: la inacción.

Vértigo

“Escribir es una forma de rebelarse contra uno mismo, contra su espíritu...” Mientras garabateaba estas palabras no pudo evitar mirarlas con distancia, demasiada distancia, casi con lástima. Ni siquiera la hoja en blanco, ese páramo donde siempre se refugiaba en los malos momentos, le respetaba. Era el fin de todo, pensó.

“...Rodney cerró la puerta tras de sí, privándonos de su mirada de perdedor, del perdedor que elige serlo y al que los demás siempre quieren parecerse...” A duras penas seguía escribiendo, al fin y al cabo era lo único que le hacía sentirse vivo y olvidarse de su mediocridad cotidiana. Pero no. Ya no era él, ya no era él contra sí mismo, ya no era él contra el mundo y contra sus propios temores. Se había convertido en una caricatura de aquel chico que un día decidió dejarlo todo y dedicarse sólo a contar historias.

Dejó el viejo lápiz de color azul con el que solía escribir. Se levantó y giró hacia la ventana, con la mirada baja y un extraño brillo en los ojos. Sólo el llanto de Pablo consiguió sacarle de su gesto perdido. Miró hacia la cuna, y sus miradas se cruzaron. Sonrió. Se acercó hacía él y lo alzó entre sus brazos, mientras una leve brisa hacía volar los papeles de la mesa.