viernes, mayo 12, 2006

Olor a madera


Yo viví mi infancia en esa etapa en que los niños nos encontrábamos a medio camino entre lo tradicional y lo moderno. Etapa de transición, transición política, transición emocional, transición infantil. Recuerdo jugar al barco pirata de playmobil, recuerdo desmontar los mecanos que mi hermano concienzudamente montaba y luego colocar en la caja con una dulzura infinita para la siguiente vez, recuerdo el olor a lentejas que mi madre estaba cocinando, recuerdo a Bob Dylan. Me levantaba temprano para ver la bola de cristal y de vez en cuando en mi cabeza renace aquello de frío, frío, caliente, caliente... despierta en mí una sonrisa. Pero también recuerdo el olor a madera del trenecito que llenaba de artilugios y recorría toda la casa, arrastrándolo, era normal, para los playmobil la distancia de mi cuarto a la cocina era infinita, ellos por su propio pie hubieran tardado una eternidad en llegar y ellos querían lentejas, me lo dijeron al oído... No teníamos ordenador, ni nada parecido, y los muñecos me reclamaban toda su atención, los colocaba en fila y les leía un libro de aventuras, yo no sabía leer, pero eso ellos no lo sabían y yo, cruel, todavía no lo he confesado.
Me deslizaba por las habitaciones volando, cosa que ahora sólo logro hacer en sueños y reía sin parar. No necesitaba nada, era plenamente feliz. Por eso quiero que ahora tú, que eres mayor, te veas disfrazado de indio representando la comedia que nunca debiste abandonar. Yo lo intento cada día y, aunque mi imaginación está algo oxidada, de vez en cuando me llegan esos olores y no puedo evitar pensar en ti y pensar que seríamos ahora si entonces te hubiera conocido.

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